Vietnam: La cara oculta del agente naranja

on Miércoles, 16 Marzo 2016.

Aún después de los más de 40 años de rociarse el potente herbicida y defoliante agente naranja (AN) en los campos durante la guerra química de Estados Unidos contra Vietnam, ese compuesto sigue causando víctimas, sobre todo entre niños.

Entonces, no se trata solo de sus efectos en el tiempo de aplicación (1961-1971), sino también de sus consecuencias a largo plazo, según reconocen especialistas en la materia, apoyados en estudios concretos.
Más de cuatro millones 800 mil vietnamitas resultaron expuestos al AN, miles de los cuales murieron por cáncer y otras enfermedades vinculadas.

Guerra Quimica en Vietnam

Pero, la tasa por deformaciones congénitas es más alta entre los que nunca contactaron con el letal tóxico, es decir, generaciones de hijos y nietos de los afectados, según declaraciones a la prensa local de Nguyen Van Rinh, presidente de Asociación vietnamita de Víctimas del Agente Naranja/Dioxina.
Lo cierto es que si se calculan las secuelas sociales de esa acción, ya sea por la cantidad de hectáreas de suelos (tres millones) y pueblos contaminados (30 mil), así como sus efectos para las generaciones actuales y futuras, el total de expuestos mencionados anteriormente resultaría insignificante.

De acuerdo con estadísticas, el ejército estadounidense roció más de 80 millones de litros del herbicida sobre Vietnam, equivalentes a 51 bombas atómicas similares a las que lanzó sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945.
Ahora bien, analicemos la constitución del denominado AN, agente naranja mejorado o súper naranja como también se le llama. El compuesto consiste en una mezcla a partes iguales de los herbicidas hormonales 2,4-D y 2,4,5-T, ese último combinado con el picloram (nombrado asimismo como Tordon 101).

Pero el picloram (ingrediente además del agente blanco) fue contaminado con TCDD (2,3,7,8-tetraclorodibenzo-p-dioxina), un hidrocarburo aromático no natural altamente tóxico y la sustancia cancerígena más potente que se ha utilizado en animales de experimentación, con un amplio espectro de efectos negativos sobre la salud, según literatura científica.
Eso último porque el TCDD, a pesar de ser una molécula artificial, puede ser reconocida por una proteína intracelular denominada receptor de dioxina (AhR, Aryl hydrocarbon Receptor) que ejerce un papel de regulador de la transcripción (copia) de genes y en este caso se activa en presencia del referido químico.

Estudios realizados en laboratorios han demostrado que la interacción de ligandos de alta afinidad, como el TCDD, con el AhR provoca la degradación de ese último una vez que la activación transcripcional de genes diana (destoxificadores) tiene lugar.
También se ha descrito en la literatura médica que en condiciones basales (reposo o ayuna) y en ausencia de ligando, una cierta fracción del AhR se localiza en el compartimento nuclear en su forma activa, lo cual sugiere la implicación de este receptor en procesos celulares endógenos como el control del ciclo celular, de ahí su importancia.
En Vietnam, el uso de esa dioxina produjo un aumento en la incidencia de distintos tipos de cáncer (hepático, tiroides y fibrosarcomas) y de malformaciones genéticas.

De hecho, ese compuesto empleado en el AN es caracterizado como persistente en el medio ambiente, tóxico para los organismos vivos, cancerígeno y teratógeno (agentes que pueden inducir o aumentar la incidencia de las malformaciones congénitas cuando se administran o actúan durante la formación del embrión).
Se ha demostrado en estudios epidemiológicos que niveles elevados de exposición a las dioxinas (compuestos químicos que se producen a partir de procesos de combustión que implican al cloro) pueden producir tumores en cualquier parte del organismo.

consecuencias del Agente Naranja

Otros efectos de la exposición en dosis elevadas son anormalidades en el desarrollo del esmalte en los dientes de los niños, patologías del sistema nervioso central y periférico, trastornos de tiroides, daños en el sistema inmune, endometriosis y diabetes.
Las dioxinas, como cualquier compuesto clorado, se acumula en la cadena alimentaria. Es decir, en materia de toxicología, se trata de un proceso en el que las sustancias químicas se van acumulando en los organismos vivos de forma que estos alcanzan concentraciones más elevadas que las existentes en el medioambiente.

Ello significa que el consumo de agua contaminada, incluso en pequeñas cantidades, puede llevar a concentraciones peligrosas de la cadena alimentaria debido a la larga vida y baja solubilidad de las dioxinas en el agua.
Por su parte, el 2,4-D (ácido 2,4-diclorofenoxiacético) es un miembro de la familia de herbicidas fenoxi, en el que se incluye además el otro mencionado, 2,4,5-T (2,4,5-ácido triclorofenoxiacético).
Las formulaciones de su sal amina (forma en que se encuentra en el mercado) pueden causar daño irreversible en ojos y la exposición prolongada al químico se cree que causa linfoma de No-Hodgkin (un tipo de cáncer) y varias otras condiciones, de acuerdo con fuentes médicas.

Con todo lo explicado es fácil deducir el mal causado en el entorno y la salud humana en esta nación por el uso del AN.
Aún así, la difícil batalla en la reclamación de justicia para miles de personas afectadas por esa arma química y la descontaminación total del país persiste, a criterio propio sin justificación alguna porque evidencias de su perjuicio sobran.
Esa larga lucha, según explicó Van Rinh, no ha alcanzado el éxito final, aunque recibe el apoyo de toda la población de Vietnam y del resto del mundo.
Según el presidente de Asociación vietnamita de Víctimas del AN, el gobierno estadounidense concede anualmente mil 500 millones de dólares a favor de sus veteranos de la guerra en Vietnam afectados por la dioxina.

El combate jurídico de esas víctimas en 1984 contra siete compañías químicas de Estados Unidos, resultó en que les pagaron una compensación de 180 millones de dólares en indemnizaciones por daños en salud.
En tanto, Washington decidió entregar 84 millones de dólares para superar la secuelas provocadas por el AN en el medioambiente y la salud humana en este país, además de una asistencia humanitaria de cinco millones dedicada al examen y tratamiento médico para esas víctimas y las personas con discapacidad.
Mientras, ya suman varias las demandas, archivadas "por falta de pruebas", a las compañías farmacéuticas estadounidenses a fin de que asuman la responsabilidad de aliviar el impacto causado por la dioxina del agente naranja aquí, en especial la Monsanto Corporation y Dow Chemical, que fueron las principales fabricantes del AN.

Vale recordar que la Monsanto, una multinacional productora de agroquímicos y biotecnología destinados a la agricultura, es muy conocida también por su implicación en la contaminación de ríos con bifenilos policlorados (PCB) en varias ciudades estadounidenses, y por anunciar, en 2007, que su herbicida Roundup era biodegradable y no tóxico para los animales domésticos y los niños, cuando la Unión Europea lo clasificó como no biodegradable, entre otras acusaciones.
Sin embargo, la compañía sigue impune, y solo ha pagado multas en algunos casos -no en este- por valores ínfimos en relación con sus ingresos, valorados en 2014 en 15 mil 900 millones de dólares.

Mientras, el Departamento de Defensa del país norteamericano, que ordenó la fabricación del AN -aunque la incorporación de la dioxina fue por contaminación debido a la rapidez de la preparación- tiene un presupuesto anual de 553 mil millones de dólares (cifras de 2012).
Por su parte, la multinacional Dow Chemical, con presencia en 175 países y ventas anuales por 49 mil millones de dólares, en diciembre de 2015 anunció su fusión con uno de sus principales competidores, DuPont, para formar la DowDuPont, considerada la mayor empresa química del mundo.

Ante los valores descritos, las palabras en materia de finanzas para asumir las atrocidades cometidas sobran, en tanto, los responsables siguen ocultos bajos sus intereses económicos, y la prosecución de la justicia continúa por todos los niños que no pudieron nacer y por los que hoy viven en condiciones no compatibles con la vida.

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